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Ivana Andrade

 

Quizás fue la primera cámara, una Polaroid rosa, muy muy rosa, que recibí de regalo a los 9 (¿o tenía 10, acaso?); quizás fue que mi viejo siempre me habló de cuándo él incursionó en dibujar con luz y todas sus experiencias de intentar capturar las estrellas alguna noche de verano; quizás fue que me cautivó el hecho de poder congelar los instantes y que una milésima de segundo dure para siempre; quizás fue por entender que mis ojos (como los de cada uno de ustedes) ven algo diferente a lo que pensamos que percibe el resto del mundo..., quizás fueron todas esas cosas juntas y algunas otras más que no entran en pocos renglones. Pero, definitivamente, es desde aquella Polaroid que mi vida cambió y encaró una búsqueda tan personal y tan infinita que, si bien variará, siempre quedará plasmada en cada imagen que atrapo para volver a soltar.

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